La Semana Santa se acerca, pero el silencio lo inunda todo. Este año ni las cornetas, ni los tambores, carracas o el sonido de las cadenas arrastradas por los cofrades recorrerá nuestras calles como tampoco podremos oír el golpeteo de las viejas monedas contra el suelo en el tradicional juego de las chapas que se suele realizar el Jueves y Viernes Santo.
Es muy interesante que en la época de más recogimiento cristiano se permita un juego de azar y más que, en Castilla y León, esté regulada su práctica en esos días tan señalados.
Pero es que ésta práctica recuerda al juego de azar de aquellos romanos que se jugaron la ropa de Jesús mientras estaba en la Cruz (evangelio de San Juan 19; 23-24).
Cierto es que no hay ninguna mención al tipo de juego que eligieron y en varias pinturas, que se pusieron de moda a partir de las predicaciones contra el juego que Bernardino de Siena hizo en el siglo XV, aparecen jugando con dados mientras que en la actualidad son monedas lanzadas al aire las que marcan el destino de los apostantes.
No siempre se ha permitido el juego durante la Semana Santa. De hecho, gracias a la documentación generada por la inquisición aragonesa, sabemos que en 1487 se acusó a Luis de Molina de ser sorprendido jugando con dinero a dados y naipes de forma ilegal, nada menos que el Jueves Santo, en un espacio no autorizado (judería), con compañeros de partida no cristianos y blasfemando cuando la suerte no le acompañaba. Vamos, que tenía todas las papeletas para que el juego le saliese muy caro teniendo en cuenta que algunas penas podían llevar al condenado a recibir cincuenta azotes o someterse al corte de la lengua.
Muchos de los juegos medievales, así como el gusto por las trampas, son evoluciones de juegos y prácticas que provienen de culturas antiguas y tendríamos que remontarnos al menos hasta el Pleistoceno Inferior cuando se usaban astrágalos y tabas, muchas de ellas trucadas, para darnos cuenta de que este tipo de diversión siempre ha acompañado al ser humano desde los orígenes de nuestra especie.
En cuanto a los juegos de mesa, también encontramos los orígenes en culturas como la egipcia donde jugaban al Senet que es una mezcla entre el dominó y el Backgammon. Otros juegos provienen de evoluciones de juegos que se realizaban por ejemplo en el mundo árabe, en Asia, en Grecia o en Roma con dados, naipes, pelotas, tableros, etc.
Pero vamos ahora a lo que nos ocupa, los juegos en la Edad Media jugados tanto por las clases más bajas de la sociedad, como por nobles o reyes. Y es que tenemos que dar las gracias a Alfonso X el Sabio que en el siglo XIII tuvo a bien escribir el Libro de los juegos, o Libro del ajedrez, dados y tablas, donde describe a través de sus 98 páginas, con 150 ilustraciones en color, los juegos más importantes practicados en el Reino de Castilla como el ajedrez, incluyendo los problemas de ajedrez más antiguos que se conocen en Europa; los dados donde describe los diferentes tipos de juegos, normalmente con tres dados, como el azar, la triga, la marlota, la rifa, el panquist, la guirguiesca o el par con as entre otros; el alquerque que según se juegue a 3, 9 o 12 puede ser similar al 3 en raya o las damas y las tablas donde destaca el backgammon.
Hay que destacar que este libro muestra el interés por el monarca por dejar claro dos aspectos; mostrar que el juego debe realizarse con mesura, como divertimento y sin llevar al envilecimiento del hombre, y por otro, fomentar una división social donde determina que los dados estaban destinados a las clases bajas de la sociedad, mientras que las tablas y juegos de ajedrez que exigían un dominio “más intelectual” debían ser jugados por damas y caballeros.
Sin embargo, parece que no todas sus recomendaciones fueron tenidas en cuenta por Fernando el Católico pues su afición a los dados es bien conocida ya, que según se cuenta, solía pasar largos ratos jugando en su tienda de campaña durante el asedio a Granada. Otra anécdota la encontramos en el libro de María Pilar Queralt del Hierro donde explica como Isabel la Católica reprendió al Almirante de Castilla por gritar éste “te gané” al vencer a los dados a su sobrino Fernando el Católico. Según Isabel, no era la forma apropiada de hablar a un rey y, aunque el almirante le respondió que no hablaba al rey sino a su sobrino, la soberana replicó “el Rey no tiene parientes ni amigos, solamente súbditos”.
Isabel siempre mostró un carácter fuerte y es esa fuerza la que pudo posibilitar el cambio en una de las piezas principales del tablero de ajedrez. Si antes la dama a la que se conocía como alferza únicamente podía ser movida una casilla en diagonal (como queda patente en el libro de Alfonso X) pasa, en el siglo XV, a ser la figura más importante del tablero protegiendo al Rey. Es cierto que otros países proclaman ser creadores de este cambio sustancial como ocurre también con el juego de damas pero, según recientes estudios, queda claro que los primeros libros donde se plantea la variación son españoles y datan del siglo XV, por lo tanto, contemporáneos a la Reina Isabel.
Seguro que este juego era del agrado de Isabel que, frente a depender de la suerte necesaria en otros juegos de azar tan del gusto de su esposo, lo que posibilita el triunfo en el ajedrez, el alquerque, la andarrayalas o las damas es la estrategia, inteligencia y táctica casi militar cualidades intrínsecas a la reina.
Si los dados creaban mucha controversia por “envilecer al hombre” no menos fue el juego de cartas. Según el diccionario de Covarrubias publicado en 1611 las cartas o naipes fueron inventadas por Nicolás Pepín, cuyas iniciales N y P podían verse en las primeras barajas; de ahí la palabra “naype” pero, aunque se mencionan por primera vez en el mundo occidental en el siglo XIV, es muy probable que tengan un origen oriental muy anterior. Juego que a pesar de su prohibición en muchos reinos por incitar al desorden y la blasfemia se popularizo gracias a la imprenta a partir de la segunda mitad del siglo XV.
Hoy en día gente de todas las condiciones disfrutamos con los juegos de azar y de mesa sabiendo que detrás de una simple pieza se esconde milenios de perfeccionamiento, peleas, alegrías y condenas que nos han acompañado desde el origen de nuestra especie y sabiendo que hay dos tipos de jugadores. Cuando decidas jugar a un juego de mesa o de azar piensa en si te gusta estar en las manos de la suerte (que la divina providencia te quiera otorgar) como a Fernando el Católico o lo tuyo es depender de tu propia inteligencia, conocimiento y astucia para ganar al adversario como era del agrado de Isabel la Católica.
Por Eva María Quevedo.
Directora de proyectos y gestora cultural.
Bibliografía:
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