Algunos de los antiguos beatos afirmaban que la Tierra era plana, que más allás de los límites conocidos se abría un océano impenetrable, repleto de monstruos y con inmensos precipicios. Si ésto hubiera sido así, la vida hubiera sido muy aburrida, para que lo vamos a negar. No hubiéramos conocido nuevas culturas, nuevos pueblos, nuevas especies de animales y plantas, nuevos estilos de música como el tango, el reguetón, el country, la salsa… Y reconozcámoslo, nuestra gastronomía hubiera sido muy, pero que muy aburrida. Adiós a la tortilla de patata, a esas ricas patatas fritas que acompañan a un buen bistec, al gazpacho fresquito en verano, a las palomitas degustadas viendo una película, a las alubias, a esos ricos pimientos de padrón que unos pican y otros no, al chocolate con churros mañanero, al helado de chocolate esas tardes de verano, al pavo asado en navidades… ¡Gracias a los primeros navegantes que vencieron sus miedos para echarse a la mar buscando el fin del mundo!